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Historia de la banda

 

Dormido Cayendo , 2013

 

 

El cuarto disco de esta banda misteriosa es una larga canción de cuna psicodélica, en la que aparecen y desaparecen todo tipo de instrumentos: pianos fantasmagóricos, violines en espiral, sintetizadores ruidosos y saxos impredecibles le dan al álbum su carácter onírico, sobre una base casi jazzera.  Las letras poéticas y evocativas de Juanjo Harervack terminan de completar un combo redondito.

 

 

 

Sería muy facilista tildar a la Riki Riki Tave y la Banda Misteriosa de retro y anacrónica. Sería más facilista aún catalogarlos como herederos del estilo de la Pesada, Manal y Vox Dei. Por eso la nostalgia setentosa se la vamos a dejar a otros periodistas menos imaginativos, acá escribiremos sobre un presente continuo, donde no existe pasado ni futuro. El rock vive en un estado casi inalterable. Aunque a veces surgen pequeñas explosiones que lo puede alterar un poco. La Riki es una de ellas.

Estos guerreros oriundos de Atalaya, localidad de la Provincia de Buenos Aires, son dueños de una poesía enardecida. La acepción más famosa del nombre de su barrio es la de una torre de vigilancia, que sirve para defenderse y ver antes que nadie las nuevas amenazas. La Riki es un vigía dormido, una bestia atada a punto de romper sus ataduras. Como dijo Bukowski alguna vez: “Algún día no tendré sueño por la tarde /Algún día escribiré un poema que encenderá volcanes /En las colinas que están ahí fuera”. 

En Dormido Cayendo, su último álbum, a diferencia del anterior, Llorando en Corea, la Riki administra de forma diferente la rabia y la distorsión. La consigna es aun más experimental, mucha fusión, arreglos precisos y salvajes a la vez. “Vida de parabrisas” y “Escena de los ojos”, temas que abren la placa, son un claro ejemplo de esta batalla dialéctica: violines frenéticos que se pelean con bajos bien gordos mientras Juanjo Harervack, el comandante de las palabras picantes, canta con los dientes apretados secretos que parecen ancestrales y el Coronel Pali, desde los parches, maneja la energía y el pulso de las canciones.

El momento ideal para sumergirse de lleno en el disco es a la noche. En la oscuridad está la poesía de la Riki, ahí latente, respirando despacito a punto de comerte y de meterte es sus fauces profundas. Harervack pareciera susurrarte al oído y te empuja por un acantilado sonoro de violines, chelos y pianos, como en la trilogía de hits: “En el sueño”, “El gato gris” y “Luces del día”. En ese instante sos ceniza que cae al vacio, empujada por una poesía enardecida. Disfrutas de la caída mientras tu cuerpo se quema.

Cuando la luna empieza a ocultarse y el disco llega a su fin, la luz enceguece de a poco. Unos rayos tímidos van entrando por la persiana mientras la Riki incendia las colinas que están ahí afuera: “En la quietud de los que olvidan, en la pregunta que aun espera, siempre la sed de haber nacido, la vida nunca tuvo un final”.

“Soy un marinero de los siete mares, tiki tiki tiki, riki riki tave”, le cantó en sueños a su hijo recién nacido Cornonel Pali (batería) y al despertarse tuvo la certeza de que la fantasía onírica se haría realidad en forma de banda de rock con matices bluseros bien potentes. Así comenzaron la historia hace nueve años tocando en Celos, el bar que atendía Pali en Atalaya, donde también grabaron el primer disco, Tuky Sessions (2006), y donde también armaban fechas para pagar el alquiler. Y que se llamen La Banda Misteriosa fue una mera consecuencia de sus actos. Acostumbrados a moverse por la lógica sigilosa del enigma, crearon un código entre ellos. Distancia y evolución es lo que separa entonces al baño de Celos de Ion, ya que Llorando en Corea fue grabado en dos sesiones intensas dentro de uno de los mejores estudios del país. Dicen que la experiencia Ion los enriqueció y ese salto significó un crecimiento, a nivel banda y también grupo humano. El disco estará listo físicamente a fin de año y lo mezclará ese especie de trovador platense que es Shaman Herrera. Con el álbum anterior, 95 problemas, los Riki Riki Tave se quedaron a medias con la intención de grabarlo en formato doble. Por eso, la introducción de Llorando en Corea corresponde al final del último tema de 95 problemas. Así, si seguimos jugando con la imaginación, tenemos un álbum doble separado tan sólo por la finitud temporal. “El segundo disco se llama 95 problemas, porque veníamos ya quemados de tener problemas con cables y habíamos grabado un tema que había quedado rebién y la computadora se cuelga y tira un informe que dice ‘su computadora ha detectado noventa y cinco problemas’, y nos pareció que el disco se tenía que llamar así”, cuenta Emiliano.

 

Es inevitable escuchar referencias a La Pesada del Rock and Roll, a Pappo, a Color Humano, aunque con cierta estampa de la crudeza del sonido actual. Para Riki Riki Tave no hay una etiqueta, sino que pueden mezclar una melodía circense con riffs de guitarras enérgicas o hacer de un vals un rock bien setentoso y sofisticar el sonido con un piano sutil. “El sonido de guitarras, el formato, me parece que pasan otras cosas. Con los elementos que tenemos generamos una música que sale de todos”, detalla Juanjo, y Emiliano aclara: “Yo creo que en cada disco que aparece se van despojando las referencias, se va puliendo y encontrando un sonido más Riki Tave

 

Llorando en Corea , 2011

 

Sentirse en Corea es tener una sensación concreta de lejanía. Más de quince mil kilómetros de distancia efectivamente es sentirse lejos. Pero estar llorando en Corea suena al desamparo más brutal. Eso imaginó Riki Riki Tave una noche mientras viajaba desde su Atalaya natal a Barracas en colectivo con un equipo de guitarra. Iban a tocar en Sitio Plasma, cada vez más acostumbrados a la camaradería del rock de Capital, donde plantaron bandera, y cada vez más apartados del sonido del Conurbano. Y tan lejos se sintieron de sus casas que al pasar por un barrio coreano tuvieron alivio de –realmente– no estar en Corea y tener que volver con el armatoste de sonido. Ahí sí se hubieran quedado llorando: Llorando en Corea, tal es el nombre del último tema que designa al tercer disco. “Lo positivo de tener una banda en el oeste es apostar a que la poca gente que está haciendo algo, se junte, que no sean islitas como en algunas partes de Capital, sino que haya una atracción natural de hacer cosas”, dice Emiliano Suárez (guitarra).

 

El año 2009 encontraría a los Riki Tave más maduros, quizá habiendo dejando de lado un poco (al menos un poco) los excesos del primer disco. Esa madurez se haría tangible en la búsqueda de un sonido más definido, personal y original. Con el mismo Bar Celos como base de operaciones graban su segundo disco"95 problemas". "Mezclas más avanzadas y experimentales", sonidos de una hermosa oscuridad y una poesía que enfrenta a la vida desde un lugar más espiritual forman un mosaico de experiencias personales hechas música. No hay una canto lastimero y retórico hacia las desgracias y obscenidades de la vida, es un disco con un interlocutor bien definido, y ese interlocutor es quien lo escuche. Raro sería que al adentrarte en cada una de sus canciones no sientas que están contando alguna vivencia tuya. Sea cual fuere la ciudad en la que estés, Buenos Aires, Lima, Bogotá, México DF, Santiago; la urbanidad que el mundo moderno propone genera experiencias comunes a todos los seres que en ellas vagabundeamos. Y esas experiencias son la materia prima que le da forma a "95 problemas", los exhorto amiguitos míos a que lo escuchen.

 

 

 

Riki Riki Tave y La Banda Misteriosa es un grupo de rock psicodélico – progresivo, blues y molestias sonoras varias que se formó en el año 2006 en la órbita del Bar Celos de Atalaya, un reducto de la resistencia psicodélica del Gran Buenosayres. Es en ese mismo año en el que grabarían su primer disco “Tuky Sessions” usando el bar como improvisado estudio de grabación “logrando un sonido crudo y low-fi/garage” (en palabras de sus integrantes). Es un disco grabado “de una”, espontáneamente y en él se refleja esa frescura con la crudeza que el sonido vivo del bar le imprime. La temática que subyace en esta obra es la noche, la oscuridad que envuelve a las almas suburbanas errantes, el alcohol y las drogas, las prostitutas y el delirio… la angustia de saberse vivo entre muertos o muerto entre muertos, o al fin vivo en la Atalaya misteriosa.

 

Plagado de referencias musicales y poéticas que se advierten en sus letras y melodías: Jerry García de Grateful Dead (en Atalaya’s Mambo), The Doors (en Camino VI), Charles Bukowsky (en Chinaski Blues, La Casa y el Misterio). Tuky Sessions es un disco que sugiere un onírico encuentro entre la cruda desesperación de la poesía bukowskiana, el grito desgarrador de la Generación Beat y la irreverente urbanidad del tango compadrito y orillero.

 

 

Propone un mundo irreal en el que Jim Morrison de la mano de Edmundo Rivero y Luca Prodan se toman una ginebra en algún bodegón lúgubre quebrando estrepitosamente, para despertar con la peor de las resacas en el medio de la plaza de Atalaya.

 

 

 

 

Para hablar de “Riki Riki Tave y La Banda Misteriosa” es necesario hablar de Atalaya, el barrio desde donde surgieron una gran variedad de artistas de invalorable genialidad. En su gran mayoría músicos, aunque hay también poetas, cineastas, artistas plásticos, performers o actores, en fin, Atalaya es una extraña usina de misterio y eclecticismo. Ubicada geográficamente en la zona oeste de la periferia bonaerense, a poco más de una hora de viaje desde la Capital argentina, hoy Atalaya devino en un concepto etéreo más que en el mero nombre de un barrio. 

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